Él tenía razón, él siempre tenía la razón y eso no quiere decir que iba a escucharlo o a seguir lo que decía. «No me pongas en una cajita dónde decides que meter y que puedes sacar» me dijo una madrugada tan tranquilo, haciendo con palabras hurañas hincapié en que dejara de encasillarlo en el hombre correcto que no tenía intención de ser, seguido de un par de comentarios que podían concebir que una bolsa de hielo no cambiará su estado físico. Me advertía sobre lo caótico que es plantar en los que me rodean semillas de ideal forjado. Él no quería ser un producto de mi imaginación, lo indignaba el hecho de que yo pudiera etiquetarle alguna de mis preferencias a su nombre. Lo que él no sabe por qué nunca le deje saber es que no tiene derecho a opinar sobre lo que yo puedo o no idealizar. Ni siquiera si se trata de él mismo, porque si hacemos cuentas yo jamás he estado en su vida, me atrevería a apostar que jamás le he quitado un sueño o le e interrumpido un pensamiento que lo descuide de lo que está haciendo. Qué derecho tiene entonces a opinar sobre lo que a mi imaginación le da la gana crear. Que palabra tan doble filo esa de idealizar.
Milan Kundera en la insoportable levedad del ser escribe como sus personajes no tienen vida propia, y están basados mayormente en simples y calculados caprichos del autor, posibilidades escribe que no se realizaron. El riesgo conmigo y lo que me reprochaba mi amigo del párrafo anterior justamente es que vivo creando historias, volteo a mis personajes, y los proyecto en personas de verdad. O viceversa más bien. Esa soy yo, siempre al borde entre mis letras y la realidad. No sé si me doy a entender, aunque creo que esto lo estoy escribiendo a ver si me entiendo yo.
- Pongámoslo así, si yo hubiera sido uno de mis personajes a los que puedo escoger como actuar o que vida llevar con amplia gama de posibilidades y la cabeza fría. En lugar de acongojarme la otra noche por ver al amigo siendo simpático y cariñoso con otro par de piernas, hubiera ido y le habría plantado un par de besos quita aliento de esos que mi experiencia me permite, no lo habría dejado rechistar ni tomar aire, me colgaría de su cuello como si se me fuera a ir la vida en ello y todo delante de ese emblema de mujer con caderas más anchas y ojos más lindos. En cambio como yo soy yo, muy imperfecta e impulsiva, no un personaje trazado, me di la vuelta y levante el lindo anillo de plata que traía en mi middle finger cuando me volví a cruzar con su mirada.
¿Me explique claro? ¿Ahora entienden lo que escribo? Mis personajes son más interesantes, más inteligentes y hacen mejores elecciones. ¿Porque? Porque vienen de mi experiencia, de mis tropezones y mallugadas. Así que cuando él me pidió que tirara la cajita que mencione en el primer renglón porque tal cajita no existía, me quería decir que lo viera como carne y hueso, le dije que sí, no me gusta discutir con gente sin imaginación. Le dije que sí e hice lo que mejor se hacer, sacar de la caja el nombre, y escribí sobre eso. Entenderán que es lo único que sé hacer bien. Borrar y seguir escribiendo.

