Hay una chica en una cocina justo ahora con el corazón roto, con la garganta afónica y el futuro dudoso. Hay una chica en una cocina justo ahora preparando un té, tiene un suéter gris y unas medias a la rodilla, tiene el pelo enmarañado y manchas de rímel por toda su cara.
Hay una chica en una cocina justo ahora, frente a la estufa, decidiendo cual de todos los planes que tenia contigo tiene que arrumbar primero. Calienta agua para no desplomarse o para ser una persona común que toma te para calmarse en lugar de correr a la calle mojada y con nubes.
Hay una chica en una cocina que no pudo convencerte de que el destino existe, no pudo convencerte de que no hay tal cosa como las casualidades, de que no era una chica mas, de que hay trenes que tienes que tomar cuando llegan a la estación o nunca mas podrás volver a subirte.
Hay una chica en una cocina que de todos los dolores espirituales que la molestan, desde su estado financiero hasta su relación familiar, lo único que podía hacer cambiar un café que la levante por un té que la haga dormir, eras tú, y tu decisión de no estar más. Y cansada de poder dejar todo para que te quedaras, la chica de las medias a la rodilla decidió dejarte ir. Lo decidió con el primer sorbo de té, y se aseguro con el primer mordisco al bocadillo de frutas que tenía enfrente cuando no pudo masticarlo, que no te dejaría volver a quitarle el apetito, se prometió a sí misma que para la mañana siguiente, no tendría que recurrir a ningún remedio amargo para dormir.
Hay una chica tomando café esta mañana, que solía hablar de un hombre que la hacía feliz, solía hablarle de él a todo el mundo, a su madre, a su mejor amiga, al cartero y a cualquier desconocido que cruzara con ella un par de palabras. Hay una chica tomando café esta mañana, que por fin entendió porque todos la veían como una loca cuando hablaba de ti.
Ps: “Los Amores cobardes no llegan a amores ni a historias, se quedan ahí”
