Diarios

Y me sentí plena

Victoria estaba sentada sobre mis piernas en un césped tibio con vista a una playa de Santa Barbará, por el rabillo de mis ojos podía ver sus bellos cabellitos dorados y la trompita de pato que utiliza para causar ternura, porque a sus dos años y siendo mujer, ya sabe jugar bien sus cartas. Siempre he comparado la plenitud con un instante fugaz de emoción donde olvidamos que somos mortales. Hay quienes me cuentan que comparan la plenitud con instantes constantes de felicidad. Conmigo no funciona así. En mi caso viene y se asoma como estrella en una noche con nubes. Brilla un poquito, así de lejitos, me deja un buen sabor de boca y se va. Volviendo al tema, Victoria estaba sentada sobre mis piernas y mi suéter apenas alcanzaba para cubrir el viento que pierde calidez cuando el sol se mete. Y Por si no ha quedado claro todavía; me sentí plena. Plena, después de venir arrastrando un corazón aruñado. Plena, después de vivir en cuatro lugares diferentes en menos de un año. Plena, con un tatuaje en mi dedo anular que me recuerda que decidí asistir sola a las 18 bodas de amigos y conocidos que vienen el próximo año. Plena, con mil dudas del futuro que me causan ataques de ansiedad silenciosa. Plena porque decidí por cinco minutos, que QUERIA con todas mis fuerzas sentirme plena. Deje fluir por un instante todo lo que me llena de inseguridades y me encontré sentada, tranquila, viendo el mar y el cielo rosado. Porque nada me faltaba y nada necesitaba. Y no estaba feliz debo aclarar. Estaba plena.

 Mi papá tenía razón, la vida vale la pena por las cosas intrascendentes que nos hacen sentir inmortales por un segundo; las mañanas sentada en la barra de mi cocina desayunando con mi hermana las historias de nuestro corazón roto, las noches donde me siento a escuchar al marido de mi mejor amiga tocar el piano mientras ella canta con voz desafinada y sus niños juegan, mi abuela memorizando mi número de celular para poder saber cómo estoy, el hola de cada mañana del hombre que quiero. Tengo mucho.

Ps: Mi hermana me recordó hace poco algo que una vieja yo le dijo alguna vez: No tienes que deshacerte de la tristeza inmediatamente, puedes ponerla abajo de la cama donde no se vea. Si no estás lista para dejarla ir, que no que estorbe y que no afecte.

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