Diarios

La Iglesia del Recuerdo

Sentada en un autobús berlinés, cansada y deseosa de meter mi cabeza en las blancas sabanas del hotel, mis adentros soltaron un suspiro cuando vi esta magnificencia. De todas las Iglesias y Catedrales que visité en Europa fue esta mi favorita. El templo Memorial Kaiser Wilhelm o aún más ad hoc todavía con su esplendor; La iglesia del recuerdo.  Tal vez no tiene ni cerca el poder de atracción que inviste El Duomo en Milano o La Sagrada Familia en Barcelona como obra arquitectónica, pero para mí fue como encontrarme expresada en una construcción. Baje del autobús y corrí a acercarme, me senté dos minutos en el frió y sucio suelo y la observé. Era perfecta. Era el perfecto espejo de mi espíritu,  una venerable estación de momentos trágicos detenidos por el tiempo.

Me cuesta entender el problema de la sociedad con las cosas rotas. Si estás roto, si no eres un exitoso ser humano, un triunfador, no existes. Si eres un sobreviviente triunfante te aplauden, pero en el tramo donde solo eres un sobreviviente, no eres nadie.

Después de todos esos bombardeos, estoy orgullosa de estar de pie. Estoy orgullosa de la ruina en la que todo ese dolor me convirtió y me parece que es atractiva. Sin embargo, ensuciarme las manos sobando mis heridas abiertas, es un placer cotidiano que me devuelve la fe en mi misma.

Encontré placer en hablar con viejas amigas y no tener que fingir que mi vida es perfecta. Disfruto sentarme a comer sola, ir al cine sola, bailar y cantar  sola en mi habitación. Los ladrillos y la piedra  que amonto despacito no son para reconstruir lo que había antes, sino para remodelarlo. Quiero espacios más grande donde entre más luz, más risa, más conocimiento, más amores. Me encontré esa noche de Julio ante una pieza arquitectónica que fue como un espejo espetándome de frente mi agridulce realidad, pero ahora, meses después, estoy feliz de decir que tome mis ruinas después de contemplarlas bastante, y las puse en construcción, otra vez, y prometo hacerlo las veces que hagan falta; se escucha adorable en la voz de Julia Roberts: infinitas oleadas de transformación.

PS: “Pero al contemplar ese sitio… el caos que ha soportado, la forma en que ha sido adaptado… incendiado, saqueado y luego hallado… el modo de volverse a levantar… me da fuerzas para levantarme. A lo mejor mi vida no ha sido tan caótica y es el mundo el que lo es… y el único engaño es el intentar aferrarse a ella a toda costa… las ruinas son un regalo… las ruinas son un regalo a la transformación… debemos estar preparados para infinitas oleadas de transformación.” Eat, Pray, Love.

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