Diarios

Besar con los ojos cerrados es cosa de enamorados.

Si caminas está caliente mañana por las Ramblas de Barcelona verás una chica en un vestido gris y un par de tenis blancos mezclándose entre la multitud. Sin poner demasiada atención puedes distinguirla por las gafas setenteras y esa pequeña mochila llena de historias melancólicas. El bronceado de su piel cumple bien la función de esconder las cicatrices que se ha ganado en las últimas semanas, esas que debería portar como bandera. Me contaron que lleva los ojos sin brillo y olor del día anterior. Dicen que ya no mueve con son las caderas ni porta esa sonrisa coqueta que jamás se dejaba en casa. Su andar es encorvado y casi se suelta a llorar cuando algún atrevido que le pasa por el lado le susurra guapa. Los vecinos comentan que ya no va cantando radiante ni tararea cuando la topan en la escalera, que la mesita y la silla en su balcón tiene muchas noches que no la reciben para cenar.

Vamos, se un hombre y no le ofrezcas una mirada atrevida mientras abrazas a tu novia, se humano y no la acoses con la vista si la sorprendes entrando a la misma cafetería donde estás almorzando. Si no puedes ignorarla porque tanta tristeza con un cabello lindo te parece atrayente, solo sonríele, como le sonríes a los drogadictos y necesitados en la calle; con lastima y olvido. No interrumpas su lectura, o las notas en su libreta, para hablarle del clima o de alguna insignificancia, te mirará como quien mira la lluvia cuando extraña un día soleado. Si aún con todas mis advertencias no te resignas, lee lo siguiente con atención: No la veas más de la cuenta, pierdes tu tiempo, esa chica no volverá a besar con los ojos cerrados.

PS: Nunca vi su cara tan bella como cuando soltaba desconsolada dolor por los poros, nunca la vi tan radiante como cuando se reía de ella misma para no seguir regando el alma por los ojos.

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