Aprendí a no esperar al amor de mi vida, la vida me enseño con mucho dolor, que el tan buscado «amor de mi vida» lo podía encontrar todos los días. Soy una romántica empedernida, una eterna enamorada de las risas de mis amigas, de los papas que besan en la frente a sus niñas pequeñas, de los ancianos que miran a la deriva como añorando sus años mozos, del olor de mi madre, del sonido de los trenes cuando paran en la estación, de los pasos de baile que me sacan los músicos callejeros, de la luna cuando está llena, de dormir en sábanas limpias, de los aeropuertos y las lenguas que no puedo repetir.
Soy una eterna enamorada del amor, lo busco sin cansancio en los libros de hojas amarillas y pastas gruesas. Me enamoro todos los días de pequeñeces cotidianas, de las fotos de mis sobrinos, de las mujeres embarazadas que no contienen su felicidad, radiantes y orgullosas de portar vida dentro.
Hay pinturas que me provocan mariposas en el estomago y postres que hacen que me tiemblen las piernas. Vivo enamorada del amor, pero si tengo que volver a enamorarme y esta vez de una pareja, aprendí que me encontrara, que no tengo que buscar ni aguardar nada. Y el día que eso pase, al igual que la inspiración, más vale que me pille trabajando. O en este caso, amando.
PS: Si escribes en cualquier buscador la palabra ¨Amor¨ lo mas seguro es que te arrojara fotografías de parejas. En mi experiencia personal, es el único lugar donde no lo he encontrado. Cuestión de redefinir.
