Diarios

Fábulas para las no tan niñas.

Hay mujeres que piensan que los hombres deberían entrar únicamente en nuestras vaginas y no en nuestras mentes.  En ambos casos la apuesta es alta y solemos perderla. Sucede una sola manera en que los dejo introducirse en mí y justifico el descuido. Yo suelo pedirles historias. 

Había uno, comenzaré por el más trágico ( no siempre es el más difícil) que me cuidaba diariamente con la bandera de un amor fiel y sin fecha de caducidad, sin embargo cuando sentía que su cariño no me era suficiente,  tomaba un aire egolatra enfermizo y comenzaba a contarme la historia de un lobo estepario; gris y solitario, audaz y persistente. Una bestia que me acorralaría metódicamente para después comerme viva al menor indicio de un descuido. Después de él hubo otro narrador, uno no tan peligroso y no menos complejo pero si más ingenioso. Este me contaba de una mula arisca que en lugar de buscar heno andaba de errante por montes y montañas preguntándose por la verdad. Pero al ser una mula, no veía más belleza que la de su cola y  las heridas que ella misma se ocasionaba cuando se espantaba las moscas que solían acercarse en el camino. Arisca como la hicieron y terca por naturaleza, no escuchaba cuando le decían que la verdad depende solo del animal que la cuente. 

El tercer hombre de mi historia, el más sutil de ellos debo admitir y el más dañino para mi vanidad, de él podría decirles que nunca me quiso como mujer, pero para no soltarme, para mantenerme entretenida,  me contaba la historia de un pajarillo que se enamoro de mi ventana, que varaba en mi casa para cantarme por las mañanas, a veces tardes cuando ya no lo esperaba. Nunca se quedó, no es que mi belleza no lo tentara, pero el nació con alas, quien podría ser tan cruel de encerrar un par de alas y dejar de compartirlas con otras ventanas. 

No sé cual de estos tres era mi favorito ó si en cada uno, encontraba algo del otro, o tal vez todos al final eran personajes en la misma historia. De los animales hablo, porque de los hombres, a ellos creo que ya los he olvidado. 

PS: Guardo con afecto hojas en blanco a la espera de un colibrí.

Deja un comentario