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Esta será la última vez que te escribiré y lo hago por la frágil razón de creer que hay historias que merecen un final y no puntos suspensivos que jamás prosiguen. No pretendo ni aspiro a que me des la más mínima razón hoy, sin embargo algo me dice que en un tiempo, tal vez un par de años tal vez más, lo harás sin pronunciar palabra. Idea no tengo de cuán grande sea la lista de personas que te han amado profundamente, espero con el corazón sea larga; Cierto es que muy pegado a los nombres de tu familia y más grandes amigos estaba el mío. Más allá de la pasión desenfrenada y el extremo deseo carnal al hombre del que me enamoré algunos años después de conocerle, yo amé desde el primer día profundamente al ser.
Estaba digo, porque no sería justo decir que mi nombre sigue estando en tan importante lista. Me borraste de ahí, y te consiento el acto porque nadie excepto tú tenía el poder para hacer tal cosa. No lo tenían mis amigas, con sus bien intencionados consejos, mi hermana con su rabia constante ante mis ridículas lágrimas y menos los hombres que con acciones muy tiernas lo intentaron.
Nadie excepto tú podría haber quemado tal amor.
Tal cantidad de equivocaciones tuviste (que insisto te sonará a reproche porque jamas has tenido los pantalones para aceptar cuando me has lastimado, que estás letras te vienen anti sonantes) y en la infinita grandeza del que ama, todo era olvidado, mas el día que la admiración salió por la ventana, mi nombre fue borrado de tú valiosa lista.
Me pausaste de tu vida, repetidas veces.
Sin quererlo estoy segura incendiaste el jardín que de vez en cuando uno de los dos regaba y que con una paciencia que sólo suelo invertir en lo que amo profundamente, yo replantaba. La última de las ocasiones el fuego fue demasiado lejos. Lejos han quedado los días donde solía dedicarte en silencio hagamos un trato de Benedetti y cuanto poema sublime me recordara a nosotros.
Caímos en lo vulgar mi viejo conocido, y el corazón puro sabe de todo, menos de tan bajo adjetivo.
Tengo perdón, aunque hoy, como escribí en la primer estrofa posiblemente creas que no lo necesites ( tómalo, tal vez te sirva después) pero para eso tuvo que visitarme el olvido. Y la nada, esa tan aclamada nada a lo que tanto temí, no es tan mala como pensé, permíteme contarte.
Los dos sabemos lo que perdiste y perdí. No hace falta que lo escriba aquí y me extienda más de lo que he hecho.
A pesar de lo frío que tal vez suenan mis letras, también he llegado a visitar ese lugar inservible y traicionero que puede ser el hubiera y la melancolía del ojalá.
Ojalá nos hubieras permito ver mi sonrisa cuando sin querer algo en la calle regalaba magia, ojalá nos hubieras prestado las horas para ponernos sensibles juntos recorriendo una galería, ojalá hubiéramos visto sin rozarnos las películas de las que mucho hablábamos, ojalá nos hubiéramos leído más, ojalá nos hubiéramos abrazado largamente delante al mar, ojalá te hubieras permitido conocerme, verme con los ojos abiertos al regalo de la presencia como yo lo hacía contigo cada vez. Ojalá no me hubieras tenido tanto miedo, ojalá mis demonios no hubieran puesto a temblar los tuyos. Que triste lista de deseos y reglas rotas.
Terminando, que la suerte, esa en la que tú y yo a veces creemos, te acompañe constantemente. Es el único deseo que me resta. Hasta siempre.
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