Diarios

Diente de león

“Un antes y un después” me ha rondado por días esta frase en mi cabeza, insistente e impertinente, ha sido lo único de lo que no he podido despegarme últimamente.         ¿Qué hay detrás de un antes y un después de las cosas? Lo que viene después de una primera gran desilusión. Que hay luego de un accidente pequeño o peor aún, de uno fatal. Tras abrir los ojos todavía aturdidos por la luz ¿Qué hay? Luego de cerrar un telón, al acabar una conversación ¿Qué queda?.

La pauta del antes y el después es un vals que noquea al danzante por cuestión de horas tal vez segundos si se sabe bailar, pero se convierte en vaivén eterno para el que no entiende la fragilidad de la vida, la inestabilidad de las cosas a las que llamamos estables, la lasitud con que lo fuerte desaparece.

El antes no existe cuando viene el después, ronda en la memoria, pero no es tangible. Lo que queda es sabor de boca a cambio, a incomodo y temible cambio.

Caminantes volátiles, decisiones o destino. ¿Es esto regalo o castigo divino? ¿Es premio que la línea del tiempo corre y no espere? ¿Es justo que lo que se va no vuelve, aunque regrese?

Lo que es mío no es mío, lo que es tuyo no es tuyo.

Termino aquí, porque aun no comprendo que sigue al después.

PS: Estoy asombrada con la frágil belleza de un diente de león, si pudiera describir en una figura los instantes de los que hablo tendrían seguramente esta forma.

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