Me remito a la advertencia de no poder prometer una buena historia porque tal vez nunca seré una escritora. La tipografía y yo nunca fuimos amigas, me llevo mal con la carencia, odio el olor a cigarrillo y mi cuerpo no asimila el café. No soy lo que escribo porque lo que soy lo oculto. Creo que una mujer puede leerse por los libros que guarda su mesita de noche.
